No salió el fútbol, salieron las ganas.
Es un buen examen se decía antes del partido, un rival Clásico que seguro aumentaría las exigencias del equipo que Hugo Iervasi quiere ir formando.
Un rival aún lastimado por el resultado del partido por el Argentino "C" en su cancha, con algunos chicos que juegan bien al fútbol, pero que todos los conocen muy bien.
Nada de otro mundo, o no?
Pero el fútbol (quien lo duda) es un juego de azar, con once piezas vivas, aquí quizá lo más importante, piezas con absoluta autonomía de movimientos y de creación, con capacidad de realizar acciones tácticas programadas, pero fundamentalmente con insospechables posibilidades de improvisación utilizado recursos técnicos, físicos y hasta anímicos.
Esta es la teoría.
Bueno, a los cinco minutos de un tiro libre desde la izquierda, bastante lejos del arco, y en una pelota que llega llovida, bajando luego de subir exageradamente en este gris cielo del último día de abril, sospechosa de ser muy fácil para el arquero o para un defensor que la espera de frente (como sería de benigna en su salida la bola que Pelo dijo, gracias).
Pero no, no es tan buena, algo pasa.
A Farid le queda corta, y a los que defienden larga, y si, aparece una cabeza, primero no identificada, y la bocha tac, pasa por sobre los ojos sorprendidos del número uno gigante.
Y el nueve de Sol que sale en carrera descontrolada a festejarlo, merecidamente, por vivo.
Y los Tricolores mirándose, preguntándose, seguros que de alguno fue la cagada.
Ahí nos dimos cuenta que nuestras piezas no estaban en el mejor de sus días, pero por supuesto esto recién comenzaba.
Habíamos visto la última llegada con peligro de Sol de Mayo en todo el partido. Se replegaron a su área y decidieron que el partido termine con ese resultado.
Si, usaron todas las posibilidades que tiene la dramatización para que los minutos pasaran sin actividad, luciéndose el arquero en prolongados monólogos de saques de arco, con magníficas improvisaciones de cómo se busca la pelota en forma insoportablemente lenta, y Jaramillo aplaudía.
Ojo, a las piezas de nuestro tablero no les salía el juego, pero le ponían todas las ganas. Por desgracia una que salió perfecta, al Negrito Villafañe le falló el final, la tiró por arriba del travesaño. Fue una asistencia de Gaby González en un tiro libre.
Pepo se repitió en los centros, y hasta en las jugadas de córners con centros al ras del suelo que originaban contraataques. Al Patito no le llegaba bien la pelota, e insistía por el medio, donde Sol se amontonaba.
Al Gaviota Montiel le agarraban espasmos del brazo derecho y levantaba la bandera impunemente, nos cobró como seis fuera de juego (con todo Sol de Mayo metido en su área).
Bue, ya sabemos que es un inimputable.
Con el Gringo Sandroni y Pablo parando pelotazos, terminó el primer tiempo.
Entraron Fede Faroux y Fariñes por el Negrito y por el Zurdo Sosa, Pepo predió motores, mejoró Denis y el Pato encontró algo de juego.
Pero, algo seguía pasando, la caprichosa no quería entrar, Fede se pierde tres posibilidades que seguro no pudo dormir (la primera con el arco vacío la pifia por arriba, la segunda –jugadón individual- deja al Fino y a Pizzio parados en el área y solo frente al arquero la revienta contra el alambrado, la última en uno de los incontables buenos centros que tiró Pepo, la tenía que empujar nomás –pero no- se fue besando el segundo palo).
Y se agrandó el arquero, y los tres del fondo nuestro agarraban la lanza y salían como los antiguos habitantes de estos territorios en los malones arriesgando contras que por suerte no llegaron.
Hasta que Gaby la dominó en la zona de los lamentos, giró, y lo tocaron en el pie de apoyo.
Penal.
Sí, sin dudas, penal grande como una casa.
Y lo ejecutó como él sabe, el uno de Sol voló para el otro lado, y 1 a 1 y ya era el descuento. Si hubiera descontado por todo el tiempo que los viedmenses se quedaban en el suelo retorciéndose como perros quebrados hubiera terminado entrada la noche, así que Jaramillo ignorando esa situación adicionó solo un minuto.
Seguro no quiso pasar por exagerado.
La calentura se la llevaron ellos, los que estaban en la tribuna de madera, los que gritaban crueldades sobre el sueldo del Perro Iervasi. Se volvieron a Viedma, ya a esa hora, cagados de frío.
Un rival aún lastimado por el resultado del partido por el Argentino "C" en su cancha, con algunos chicos que juegan bien al fútbol, pero que todos los conocen muy bien.
Nada de otro mundo, o no?
Pero el fútbol (quien lo duda) es un juego de azar, con once piezas vivas, aquí quizá lo más importante, piezas con absoluta autonomía de movimientos y de creación, con capacidad de realizar acciones tácticas programadas, pero fundamentalmente con insospechables posibilidades de improvisación utilizado recursos técnicos, físicos y hasta anímicos.
Esta es la teoría.
Bueno, a los cinco minutos de un tiro libre desde la izquierda, bastante lejos del arco, y en una pelota que llega llovida, bajando luego de subir exageradamente en este gris cielo del último día de abril, sospechosa de ser muy fácil para el arquero o para un defensor que la espera de frente (como sería de benigna en su salida la bola que Pelo dijo, gracias).
Pero no, no es tan buena, algo pasa.
A Farid le queda corta, y a los que defienden larga, y si, aparece una cabeza, primero no identificada, y la bocha tac, pasa por sobre los ojos sorprendidos del número uno gigante.
Y el nueve de Sol que sale en carrera descontrolada a festejarlo, merecidamente, por vivo.
Y los Tricolores mirándose, preguntándose, seguros que de alguno fue la cagada.
Ahí nos dimos cuenta que nuestras piezas no estaban en el mejor de sus días, pero por supuesto esto recién comenzaba.
Habíamos visto la última llegada con peligro de Sol de Mayo en todo el partido. Se replegaron a su área y decidieron que el partido termine con ese resultado.
Si, usaron todas las posibilidades que tiene la dramatización para que los minutos pasaran sin actividad, luciéndose el arquero en prolongados monólogos de saques de arco, con magníficas improvisaciones de cómo se busca la pelota en forma insoportablemente lenta, y Jaramillo aplaudía.
Ojo, a las piezas de nuestro tablero no les salía el juego, pero le ponían todas las ganas. Por desgracia una que salió perfecta, al Negrito Villafañe le falló el final, la tiró por arriba del travesaño. Fue una asistencia de Gaby González en un tiro libre.
Pepo se repitió en los centros, y hasta en las jugadas de córners con centros al ras del suelo que originaban contraataques. Al Patito no le llegaba bien la pelota, e insistía por el medio, donde Sol se amontonaba.
Al Gaviota Montiel le agarraban espasmos del brazo derecho y levantaba la bandera impunemente, nos cobró como seis fuera de juego (con todo Sol de Mayo metido en su área).
Bue, ya sabemos que es un inimputable.
Con el Gringo Sandroni y Pablo parando pelotazos, terminó el primer tiempo.
Entraron Fede Faroux y Fariñes por el Negrito y por el Zurdo Sosa, Pepo predió motores, mejoró Denis y el Pato encontró algo de juego.
Pero, algo seguía pasando, la caprichosa no quería entrar, Fede se pierde tres posibilidades que seguro no pudo dormir (la primera con el arco vacío la pifia por arriba, la segunda –jugadón individual- deja al Fino y a Pizzio parados en el área y solo frente al arquero la revienta contra el alambrado, la última en uno de los incontables buenos centros que tiró Pepo, la tenía que empujar nomás –pero no- se fue besando el segundo palo).
Y se agrandó el arquero, y los tres del fondo nuestro agarraban la lanza y salían como los antiguos habitantes de estos territorios en los malones arriesgando contras que por suerte no llegaron.
Hasta que Gaby la dominó en la zona de los lamentos, giró, y lo tocaron en el pie de apoyo.
Penal.
Sí, sin dudas, penal grande como una casa.
Y lo ejecutó como él sabe, el uno de Sol voló para el otro lado, y 1 a 1 y ya era el descuento. Si hubiera descontado por todo el tiempo que los viedmenses se quedaban en el suelo retorciéndose como perros quebrados hubiera terminado entrada la noche, así que Jaramillo ignorando esa situación adicionó solo un minuto.
Seguro no quiso pasar por exagerado.
La calentura se la llevaron ellos, los que estaban en la tribuna de madera, los que gritaban crueldades sobre el sueldo del Perro Iervasi. Se volvieron a Viedma, ya a esa hora, cagados de frío.