Dos años después, César ha anunciado su retirada. Una retirada ajena a su voluntad pero irremediable. Su rodilla no le da permiso para saltar a un terreno de juego, y las cuatro operaciones a las que se ha sometido no han ayudado.
Trabajó muy duro para poder reaparecer, e incluso llegó a entrenarse con sus compañeros un mes, pero entonces una nueva recaída trastocaría sus planes. Jarro de agua fría, pero lejos de rendirse, vuelta a empezar. Durante las pasadas Navidades volvió a pasarse por su mente el volver a entrenarse con sus compañeros, pero no pudo ser. Los dolores en su rodilla no han cesado, y no ha tenido otra elección que el decir adiós.
Las imágenes de la falta ponen los pelos de punta (por cierto, Losantos Omar no sacó ni siquiera tarjeta amarilla), y asegura que Figo entró buscando hacerle daño. Seguramente no vaya desencaminado, aunque de poco sirve reabrir ahora ese debate. El que sí podría abrirse es el tema de una posible indemnización para este tipo de casos, de futbolistas que con toda una carrera por delante tienen que despedirse de su profesión por una causa tan ajena a su voluntad como una lesión, en una entrada completamente evitable.
Ahora César comienza una nueva etapa en su vida, y está sopesando el seguir ligado al mundo del fútbol sacándose el curso de entrenador. Ojalá en esta faceta le llegue la felicidad que se le ha negado desde aquel fatídico 16 de enero del 2005.