sábado, abril 08, 2006

La celestita (Cuentos de potrero)

La celestita



-Vos te animás...!

Aseguraba el Chingo, y los demás lo escuchaban en silencio. Con el dedo había apuntado a Fastidio, entre ceja y ceja.

-Es fácil...!

Fastidio hizo un gesto de esconder la cabeza entre los hombros y entrecerrar los ojos.
Mudo.
Fácil para él, pensaba yo. Que es más grande, y es chorro. Pero para nosotros, las pelotas.
A mí ya me comenzaba el cagazo. Como un dolor de panza. Para que no se me notara me sente abrazandome las piernas, y apoyaba la pera entre las rodillas.
Si me agarran adentro, o se entera mi vieja. No puedo volver a mi casa, tengo que dormir en el patio. Y después sin comer y a la cama de por vida.

-Yo no puedo entrar, por que no paso por el agujero del alambre...!, soy muy grandote...!

Decía el Chingo, y se agarraba la barriga que la tenía redonda como un globo. Redonda y dura, y parecia que le fuera a reventar en cualquier momento.

-Es para uno de cuerpo chiquito, como ustedes...!, y que corran ligero...!

Y nos seguía mirando a Fastidio y a mí, que estabamos sentados uno al lado del otro.
El Chingo nos quería convencer, y nosotros le poniamos cara de giles.

- Para pendejitos...!, como ustedes...!

Repetía.

Todos sabían que a él lo llevaron en cana.
Un robo de noche, de los que hacen los grandes. Que lo había agarrado por una boludez. En el Club escuché a unos decir que si hubiera sido más inteligente, no lo agarraban ni de pedo. Pero que ese, además de chorro es tarado, también decían.
Parecería que si no fuera por las boludeces se podría afanar descaradamente, y nadie decir nada.
Y yo pensaba de que vivirían los canas si no descubrieran los robos, y salvaran a la gente buena.
Si ya sé, como dice el “Turco” estafetero de la trocha, esos afanan más que los chorros. Pero yo pensaba, que difícil debe ser decirle a un policía que es ladrón. Quien se anima. Nosotros apenas los vemos, cuando estamos jugando a la bolita, rajamos.
Nunca nadie me dijo por que no podiamos jugar a la bolita en la vereda, que tenía de malo. Pero igual ni lo pensabamos, al primer grito de que venía la cana, juntamos rapidito las tiradoras, cada cual agarra la suya de la troya sin avivadas, y a rajar.
Después partido nuevo.
Si no te las sacan, y no las ves más.

De lo que nunca me voy a olvidar es de un boloncito celeste que tenia de puntera.
Me lo había regalado la Abuela.
Era apenas un poquito más grande que las otras bolitas, las normales, pero de las importadas. Con un molinetito de colores adentro, que la dividía como en los gajos de una mandarina. Me calzaba justito entre los dedos. El molinete de adentro era todo celeste, yo me lo ponía delante del ojo, y lo hacia girar entre los dedos mirando el sol.
Así recuerdo el patio de la casa del ferrocarril, la de durmientes de quebracho. Girando dentro de mi tiradora.
La casa donde nací.

Esa tarde, el cana dobló en la esquina tan rápido con su bicicleta, que cuando me di vuelta lo tenia encima. Me quedé tieso, no atiné ni a correr a mi casa.
Para mí fue una emboscada planeada por el turro. Seguro nos tenia calados, que nosotros jugabamos siempre ahí. En la bajada del cine.
Me pidió las bolitas que ya había guardado en el bolsillo, y si, esa si que fue una boludez, y también me cagué hasta la patas, y se las dí.
Creo que es a una de las personas que más odié en mi vida. Milico aprovechador, me dieron ganas de gritarle, pero de nuevo me cagué, y no le dije nada.
Lo odié y me fui para casa. Miré como él cana se iba en la bicicleta, no sé si sonriendo. Me repugnaba hasta mirarlo.
Se llevaba la celestita.
La cara me hervía, seguro la tenía colorada como un tomate, y apretaba los diente, pero no lloré.
No le voy a dar el gusto al hijo de puta, pensaba. Y también pensaba en mi punterita. Y la extrañaba en el bolsillo, extrañaba el peso que sentía en el bolsillo cuando corría, y la tenía a ella durmiendo en el fondo.
Era como parte mía.

- Uno de nosotros le golpea la puerta de la calle..., y cuando la vieja sale a atender...., te mandás por el alambre roto y te traés el fulbo que el hijo dejó en el fondo...!

Apuntando ahora con la mirada hacia una pelota de cuero, que dormía la siesta junto a un tendal de ropa colgada.

- De acá se ve...!

Ni lo pensamos, como si viéramos aparecer un fantasma, o la cana mientras jugamos a las bolitas. Salimos corriendo, espantados.
Fastidio le gritaba, dando vuelta la cabeza.

- Si querés afanarte el fulbo..., andá vos...!

Y a dúo.

- Chorro...!

(2003)