miércoles, febrero 24, 2010

Parresía del arbitraje (Hablando de fútbol)


Criticar un acto humano no es impugnarlo, es analizarlo hasta llegar mediante esta búsqueda a sus fundamentos, a sus supuestos, sus alcances y sus límites.
Esto tampoco implica una actividad valorativa para condenarla o justificarla, sí una búsqueda de conocimiento sobre el tema.
Es cierto, tampoco puedo tener un distanciamiento filosófico o puramente analítico, esto por la proximidad del acto a criticar, o por lo íntimo que me afecta.
Acá señores esta el tema sobre el tapete:

¿Que les pasa a los árbitros con nosotros?

Quiero agregarle un poquito más de énfasis y de energía al repetir esta incógnita diciendo, ¿que carajo les pasa a estos tipos con nosotros?. Y esto me da pie para mover la pelota del análisis.

¿Existe alguna historia ancestral en la cual nuestros familiares al colonizar estas tierras sometían a tribus de referís y jueces de línea, a tormentos y a situaciones sociales de injusticia y esclavitud, violaban a sus mujeres o le envenenaban las aguadas?
¿Cual es realmente la ignominia para tener que soportar este perpetuo verdugueo?, y quiero aclarar, estoy decidido a un destape total sobre el tema, esto no ocurre solamente con la primera división, sino con todas las divisiones del Club.
Estos tipos nos expulsarían jugadores o nos cobrarían penales inexistentes hasta en la escuelita de fútbol, si pudieran.

Quiero comenzar por la calidad humana de los especimenes en cuestión. ¿Se la puede medir?, otro gran tema filosófico, la evolución de la cultura y la posibilidad del hombre culto a juzgar con la imparcialidad que le dan sus conocimientos.
Y ya que cite al autor del Discurso del Método, lo vuelvo a citar en un pasaje (cartesiano) con el cual inicia su gran obra: Lo único que nos distingue de las bestias es la razón.
Esto es obvio.


Es impiadoso medir a la gente por su aspecto, por lo que se ve, o por lo que demuestra con sus actos públicos, pero es inevitable, todo el mundo lo sabe, así que lo damos por correcto.
Eso sí, no salimos de entrada diciendo, vamos a hablar de esos negros de mierda.

¿Que es más violento, no cobrar un penal alevoso y además sacarle amarilla al delantero que supuestamente finge la falta –y agregar una sonrisa de me cago en ustedes-, …o una puteada desde una tribuna?
Y bueno, volvemos a la palabra crítica y aquí como análisis de la violencia, para marcar el distanciamiento que este tipo de actos tiene con la justicia.
Si una sociedad tiene una actitud critica muy liviana, laight diríamos, la sociedad “del vale todo”, donde las injusticias se dejan pasar sin reclamos. Vivimos entonces en una sociedad que a ahogado la posibilidad de la critica, creándose así un orden de exclusión, un orden de injusticia.
Y la injusticia es violencia, así de claro.

Enfocando los supuestos de por que los arbitrajes nos matan, debo defender este pensamiento de toda posibilidad de tener una posición de víctima, por que en lo profundo quien sale más herido es el juego.
Al que se mutila, se lacera, es el divertido espectáculo donde unos hombres con cierto talento para hacerlo tratan de meter una pelota en un arco y otros tantos tratan de impedirlo, con ciertas reglas.

¿Es un supuesto pensar que existe en varios de estos energúmenos una predisposición casi corporativa a perjudicarnos, o lo hacen de subnormales que son?
Por que en canchas enclavadas en barrios difíciles son tan localistas, y en la nuestra donde están dadas todas las medidas de seguridad siempre se juegan para el visitante, sobre todo si sus jugadores son moradores de esos barrios difíciles.
Miedo, puede ser, quizá ellos vivan en esos barrios, sean vecinos de quienes arbitran, tengan que caminar juntos las mismas veredas, es una posibilidad. Estos muchachos se cagan en las patas, y meten silbato y tarjetas a favor de los más peligrosos para su subsistencia.
Y es lógico, lo primero es la supervivencia.

¿Se sienten ellos identificados por su posición social, cultural y económica con los grupos que favorecen?
Yo creo que si, no está en la condición humana, especialmente en la sociedades donde no hay sensación justicia, hacerle la vida más fácil al poderoso o al distinto.
Salvo algún arreglo, y eso es tan antiguo como la especie, todo hombre (y mujer) tienen su precio.

Otro supuesto, la efímera posición de poder que los envuelve al ingresar a un terreno de juego con la ropa que los identifica como autoridades.
En las débiles personalidades, y en la ausencia de cultura, es como decir “acá mando yo!”, “se hace lo que yo digo!”, probablemente para ocultar historias de sometimiento, o de frustraciones.
Perdiendo la posibilidad crítica de hacer cumplir reglas en un encuentro deportivo para que este sea justo, y especialmente más divertido.
Y teniendo más rigor conceptual, cuando tienen el poder de quienes imparten la justicia, los sobrepasa la situación, quizá por endeble formación cultural y esto les impide ser imparciales al aplicar reglas muy simples.
Por ejemplo a iguales infracciones, a nosotros nos expulsan un jugador, y para nuestros rivales no es ni falta, o no? o miento, o no pasa esto?

¿Cuáles son los alcances de estas parodias odiosas?, predisponer mal a todos los participantes del espectáculo deportivo, generando violencia, con sus consecuencias impredecibles.
Inclinar la cancha para el lado del supuesto más “débil” por sentirse identificados dentro de esta subespecie, que ellos mismos determinan, y crear de esta manera un ambiente hostil, degenerando la normal evolución del juego, de este bello juego.

Yo no creo que esta gente piense estas cosas, es decir no creo que esta gente “piense”, su actuación generalmente está librada a comportamientos involuntarios generados por su cultura.
A impulsos ancestrales dirigidos a quienes los vienen sometiendo a todo lo largo de la historia. Otros dicen son todos unos hijos de puta, y también seguro tienen razón.

Usted me dirá, los árbitros que actuaron en el mundial también se equivocan, y es así, se equivocan, pero no se exterioriza en ellos un espíritu de venganza o de mala leche, si quizá un momento de desorientación o un mal día.
Salvo algunos, y hay que fijarse en la similitud racial, por ejemplo el ecuatoriano que dio esa lamentable imagen de sobornado en el mundial de Japón y Corea, ayudando a los locales.
La historia del arbitraje está plagada de constantes sospechas, sobre todo en el fútbol donde corre plata grande, basta mirar hacia Italia, la tierras de los varias veces campeones del mundo y no olvidarnos que estamos en la Argentina, el país donde todo se “arregla”.

¿Pero como se arregla esto?
¿Para cuando la verdad?


El porqué del título:


Al no tener parresía nos vemos obligados a soportar la idiotez de los amos. Y no hay nada más duro que ser loco con los locos, que ser necio con los necios.
Esta mención de que, sin parresía, estamos de alguna manera sometidos a la locura de los amos, ¿qué significa y qué demuestra?
Demuestra que la función de la parresía es justamente limitar el poder de los amos.
¿Qué hace quien ejerce la parresía? Justamente, se levanta, se endereza, toma la palabra, dice la verdad.
Y contra la necedad, contra la locura, contra la ceguera del amo, dirá lo verdadero, y limitará así la locura del amo.
Si no hay parresía, los ciudadanos, todo el mundo está condenado a la locura del amo.


(Michel Foucault – El gobierno de sí y de los otros)

Parresía: (para Foucault significa literalmente) decir todo, pero se lo traduce como hablar francamente, libertad de palabra.